Esta semana vamos a realizar la reseña de No quiero un dragón en mi clase, libro infantil escrito e ilustrado por Violeta Monreal. Pero, un momento: ¿existen los dragones?, ¿van a la escuela?
Se trata de una historia en la que los niños plantean los problemas y los padres ofrecen las soluciones. Y, como los dragones pueden cambiar de aspecto físico y pasar desapercibidos más o menos entre nosotros, debemos prepararnos para afrontar adecuadamente lo que nos parece diferente o peligroso.
La ovetense Violeta Monreal estudió Bellas Artes y comenzó como ilustradora colaborando en proyectos de la O.N.U. y con empresas de diseño de tarots, en Nueva York. Ha publicado sus trabajos en editoriales españolas, tanto ilustrando libros de otros autores como de ella misma. Sus libros se han traducido a varios idiomas: inglés, francés, japonés, italiano, etc. También da conferencias y talleres en España como especialista de dibujo infantil.
Ha recibido varios premios: Finalista en el Certamen de la CCEI de mejores ilustraciones 2001 con Los novios de la ratita presumida; Lista de honor en el Certamen de la CCEI de mejores ilustraciones 2002 con Misión en La Tierra; idem anterior 2003 con Oro parece; Premio XXVI Salón del Libro por su labor en la Promoción del libro infantil y juvenil (2002) y Premio CCEI de ilustración 2011 con 16 Pintores muy, muy importantes.
La obra que nos ocupa, No quiero un dragón en mi clase, tiene una estructura curiosa y original. Se abre con un prólogo: entre muchos anuncios por palabras de un periódico, al padre de Jorge le llama la atención uno que dice «Familia de gran tamaño físico busca casa».
A continuación, en el capítulo 1, Primer día de clase, Jorge nos cuenta la rabieta de su hermano menor que va por primera vez al colegio y también sus pocas ganas de ir porque siempre le regañan, no tiene amigos y lo consideran un niño malo. De paso, el niño nos da su receta en tres pasos para poner motes a los niños, con ejemplos incluidos.
En el capítulo siguiente, Familia de gran tamaño, se presenta el problema: un familia de dragones estaba en la puerta de la escuela, y se describe cómo son los dragones y después cómo eran estos en concreto:
» Yo creo que eran dragones chinos: con las orejas puntiagudas de un buey, las patas de un tigre, las garras de un águila, los cuernos de un unicornio, la cabeza como de un camello pero mucho más larga, los ojos muy grandes, de conejo, el cuello de una serpiente, el cuerpo de un gallo, las escamas de un pez y el vientre de una rana.
Sus colas terminaban en una pequeña cabeza de pájaro, por lo tanto eran dragones buenos.
Si hubieran terminado en aguijón de escorpión, estaríamos ante una familia de dragones malos».
En el capítulo 3, ¿Pueden los dragones ir al colegio?, la directora, ante el gran lío que se ha montado, pide a los dragones padres la documentación para inscribir a Nabú-Zu. Les faltaba el domicilio donde residían, pero dijeron que habían encontrado una nave industrial espaciosa. Ahora la directora tenía que decidir.
El capítulo 4, ¿Y por qué no pueden los dragones ir al colegio?, es un amplio abanico de pegas que ponen los niños y de soluciones de los adultos. Que no cabe por la puerta, pues un albañil se ofrece a construir una entrada mayor. Que la silla es pequeña, un carpintero dice que realizará un pupitre especial. Que se comerá toda la comida del comedor, una frutera, un panadero, un pescadero y un carnicero ofrecen alimentos para todo el curso. Y así, sucesivamente, van apareciendo padres y profesiones (peluquera, mecánico, veterinaria, fontanero, pediatra, enfermeros, etc.) que van resolviendo todas las dificultades. Jorge no quiere que se quede de ninguna de las maneras, pues le quitaría protagonismo y salta con que es peligroso porque echa fuego por la boca, pero resulta que los dragones controlan el fuego y, por si acaso, hay un padre bombero que puede ayudar. Los dragones, por su parte, ofrecen sus escamas de invierno, un combustible muy bueno para la calefacción, y dicen que Nabú-Zu dormirá en el recreo, de manera que los niños podrán subir por su espalda y deslizarse por su cuerpo como si fuera un tobogán.
En el capítulo 5, Cuestión de estómago, se produce un grave problema en la cocina del colegio y Nabú-Zu, que hablaba al revés, ayuda a solucionarlo. Además, Jorge se hace amigo del dragón y es nombrado Guardián del Sueño del Dragón.
El libro infantil se cierra con el siguiente epílogo: ¿Dejarías estudiar a un dragón contigo?, de manera que ahora la autora traslada el problema e invita al lector a razonar su respuesta.
Si el argumento del cuento es super interesante y creativo, no lo son menos las ilustraciones. Violeta Monreal tiene una técnica y un estilo, especialmente los collages, muy personal. Predominan colores fuertes, como negro, rojo, azul y verde oscuro. Las figuran dominan la página, son amplias y gozan de una gran expresividad.
Estamos, sin duda, ante un libro ilustrado repleto de originalidad y creatividad que cautivará a los lectores desde la primera hasta la última página. Una historia recomendable para niños y niñas mayores de seis años.
Música: nojisuma
Ficha técnica
No quiero un dragón en mi clase
Violeta Monreal
96 páginas. Editorial Anaya. Madrid, 16ª impresión 2014